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Arsenal 19/May/2017

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La impunidad, motor de asesinatos de activistas y periodistas.

Por Francisco Garfias. 

Me pregunto cuánto va a durar la indignación por el asesinato del periodista Javier Valdez, corresponsal de La Jornada en Sinaloa, cofundador del semanario RíoDoce.

Me pregunto si las condenas, condolencias, reuniones que se multiplican, del Presidente de la República para abajo, de Morena al PAN, son suficientes para disuadir al crimen organizado de jalar el gatillo contra periodistas valientes que los denuncian.

Esos que se atreven a desafiar a las poderosas mafias, a sabiendas de los riesgos que corren. Francamente, no lo creo.

Me pregunto si en algunas regiones el narco rebasó a las autoridades federales, estatales y municipales. Francamente, sí lo creo.

Sólo hay una forma que me parece efectiva para detener esta ola de asesinatos de informadores y defensores de los derechos humanos: acabar con la impunidad. A cada crimen, un castigo ejemplar. No veo otro camino para controlar la violencia criminal que diariamente enluta a este país.

Pero estamos muy lejos. La ONU dice que en nuestro país sólo se resuelve seis por ciento de los asesinatos de informadores.

Y sí, coincido con Amnistía Internacional cuando dice que el imperio del crimen en México es consecuencia de la “falta de Estado”.

El Poder Judicial también tiene parte de responsabilidad del infierno que vivimos. Sólo parte. Jueces amedrentados o corrompidos por el “plata o plomo”.

Vuelvo a preguntarme cuántos sicarios han salido de las cárceles para seguir con la carnicería y el terror, por presiones de los cárteles o bandas criminales a sus juzgadores.

El mismísimo presidente de la SCJN, Luis María Aguilar, se unió al reclamo nacional: “ni uno más” y “no al silencio”.

Dijo: “Como autoridad judicial esperamos que nos toque el papel para poder enfrentar y juzgar a los responsables de estos casos…”.

Se oye bonito, muy bonito. Pero las palabras, si no van acompañadas de hechos, se quedan en eso: palabras.

No es tarea fácil limpiar el Poder Judicial. Hay grandes riesgos y pocos dispuestos a afrontarlos. Pero si hay periodistas valientes, también debe haber jueces valientes.