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Dar para trascender 19/Ene/2018

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Por: Jordy R. Abraham
JordyAbraham@gmail.com / @JordyAbraham

Una de las satisfacciones más gratas de la vida se obtiene al ayudar al necesitado de manera incondicional sin esperar nada a cambio. Nace el impulso por dar desinteresadamente cuando asumimos el compromiso de ser entes solidarios. Este atributo debe regir nuestro actuar como seres humanos iguales en derechos y dignidad.
La empatía es fundamental para generar una conciencia colectiva que permita percatarnos de la obligada interconexión que media entre todas las personas. Solo si logramos comprender este concepto tan elemental pero tan profundo, podremos ser desprendidos y trascender hacia la vocación de servicio al bien común. Quienes sucumben ante la frivolidad y la arrogancia, no son capaces de observar estos aspectos, pues se encuentran cegados por el egoísmo. Estos individuos difícilmente apoyarán a sus semejantes, a no ser que puedan ser retribuidos en consecuencia.
La nobleza propia de apoyar a los que lo necesitan es sincera y transparente, porque es motivada por los ideales más esenciales que nos hacen humanos. Ahora bien, no se requiere ser un gran empresario o un multimillonario para ser generoso con los desfavorecidos. Es cierto que ha habido notables filántropos a lo largo de la historia, cuya fortuna les ha permitido colaborar con distintas causas altruistas, demostrándonos que la verdadera plenitud únicamente se puede conseguir cuando el éxito se emplea para ayudar a otros.
Por otro lado, en ocasiones aquellos que menos tienen, son los que más dan, pues la experiencia les otorga una sensibilidad particular que se desarrolla con el padecimiento de esas carencias que flagelan a los más vulnerables. No hace falta ser grandes para servir, pero hay que servir para ser grandes. Debemos estar dispuestos a apoyar permanentemente y no exclusivamente cuando nos sobre comida o pretendamos deshacernos de ropa que ya no usamos.
Siempre es buen momento para hacer acciones positivas. Mientras haya hambre y desigualdad en el mundo, habrá urgencia de actuar por parte de mujeres y hombres que comprendan el significado de la caridad como motor de la paz social y del progreso comunitario. Hacer el bien sin mirar a quien, debería ser un principio rector que produzca una sinergia que incentive la sana convivencia en un medio fraternal.
Cada uno es responsable del legado que quiere dejar en el mundo. No se trata de ser importante o famoso, sino de ser útil para resolver las asignaturas pendientes del tejido social. Es mejor dar que recibir, porque el contribuir nos llena de plenitud con lo que se alcanza la trascendencia. Poco o mucho, lo relevante es contar con la firme convicción de aportar para bien. San Francisco de Asís alguna vez aseguró: “Comienza haciendo lo que es necesario, después lo posible y de repente estarás haciendo lo imposible”.