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Juegos de poder 28/Jul/2017

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Por Leo Zuckermann / Twitter: @leozuckermann

Hace dos semanas, un vehículo conducía por el Paso Exprés de Cuernavaca cuando, de pronto, cayó en un socavón que se abrió en el camino. Los dos pasajeros quedaron enterrados. Uno logró hablar por teléfono. Durante horas, no llegaron los servicios de emergencia a rescatarlos. Enterrados vivos, sofocándose, acabaron muriendo de asfixia en el enorme hoyo que se abrió en una carretera inaugurada hace tres meses. Dos semanas han pasado después de esta escandalosa historia y…No ha pasado nada.

Es el modus operandi de Peña desde que gobernaba el Estado de México. Apostarle al silencio y un eventual olvido. Aguantar vara unos días, que luego los medios se mueven a otros temas, y al final, ya nadie se acuerda de lo ocurrido.

Lo vimos con el entonces gobernador Peña y la fortuna de su predecesor y padrino político, Arturo Montiel. En medio de la batahola que se armó a propósito de la revelación de las múltiples mansiones que poseía el exgobernador, la procuraduría mexiquense investigó e indultó a Montiel. Se armó un revuelo en los medios, muchos gritos y sombrerazos durante días, y luego el asunto pasó al olvido (el gran Germán Dehesa lo recordaba diario en su columna de Reforma, pero tristemente falleció en 2010).

El modus operandi frente a escándalos se ha replicado a lo largo de este sexenio: la Casa Blanca de las Lomas de Chapultepec financiada por un contratista del gobierno a la pareja presidencial, la casa de Malinalco de Luis Videgaray, la fuga de El Chapo Guzmán, las matazones en Tlatlaya y Tanhuato, el plagio de la tesis de licenciatura de Peña, por ejemplo. En todas, la estrategia de Los Pinos ha sido minimizar el asunto, no hablar mucho del tema, aguantar la tormenta de críticas durante algunos días y luego dejar que las cosas se olviden.

Hoy, a dos semanas del socavón en el Paso Exprés, ya son pocos los que hablan de este lamentable suceso. Ya nadie pide con vehemencia la renuncia del secretario de Comunicaciones y Transportes como en los primeros días después de la muerte por asfixia de dos mexicanos. Gerardo Ruiz Esparza parece que la librará una vez más. Se saldrá con la suya.

De hecho, la semana pasada, los medios de comunicación dejaron de hablar de lo sucedido en Cuernavaca porque apareció una noticia muy apetitosa. Cuatro días después del socavón, empezaron a circular en las redes sociales rumores de supuestos cambios en el equipo de Peña. Aurelio Nuño pasaba a Gobernación, Osorio Chong a Desarrollo Social, Ochoa Reza a Pemex, Gamboa Patrón o Ruiz Massieu al PRI y Sales a la PGR. Deliciosa noticia, sin duda. Extrañamente, no se mencionaba nada de la posible salida de Ruiz Esparza. Algunos columnistas se fueron con la finta y comenzaron a escribir sesudas reflexiones de por qué venían estos cambios. El rumor creció con fuerza. El socavón quedó eclipsado frente a los posibles movimientos en vísperas del dedazo presidencial de Peña. El propio Presidente tuvo que declarar, días después, que no habría cambios.

Para entonces, ya era el tema de la semana.

¿A quién benefició este falso rumor?

En política, a veces la claridad resulta muy evidente. En este caso, me parece que hubo un gran beneficiario. Sí: Ruiz Esparza. Los supuestos cambios en el equipo presidencial jalaron la marca de los medios de comunicación. La vieja y conocida estrategia de comunicación política. Los doctores de los giros mediáticos (spin doctors) fabricando cortinas de humo o cajas chinas, como en las divertidas películas Wag the Dog y La dictadura perfecta. Desviar la atención de la horrorosa historia del socavón.

El hecho es que aquí estamos, dos semanas después, y no ha pasado nada. Bueno, soy injusto, sí ha pasado: corrieron a un funcionario menor, comenzaron sendas investigaciones administrativas, jurídicas e ingenieriles y la susodicha carretera se clausuró generando tráficos viales propios de la Ciudad de México en Cuernavaca. ¿Suficiente para el tamaño de la negligencia? No lo creo. Pero, al parecer, el Presidente sí está satisfecho. Total, qué es otra rayita más a un tigre muy rayado. Total, si ya probaron y les ha funcionado el modus operandi de apostarle al silencio y a un eventual olvido.