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Juntos hagamos ciudadanía 17/Nov/2017

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Sobran los motivos, por: Por: Jordy R. Abraham Martínez.

JordyAbraham@gmail.com / @JordyAbraham

“La formación del civismo nos vuelve conscientes sobre nuestro importante rol como integrantes de un tejido social”.

Toda convivencia social resulta compleja y genera retos propios de la interacción entre distintos individuos con autonomía en el pensar y en el actuar. Damos por sentado que existen normas precisamente para regular la conducta humana con la finalidad de evitar el caos y de procurar un ambiente de paz general. Ahora bien, estas reglas suponen un deber ser, que no siempre es cumplido, por lo que existen sanciones para quienes alteran el orden social. Esta ha sido la constante problemática común en la práctica tanto del Derecho como de la sociología.

Ahora bien, podemos ubicar a las leyes morales como un agente que influye en el comportamiento de las personas. Si bien se trata de normas intrínsecas, son de igual forma efectivas para crear una convicción en el ser humano que las detenta y que le motivan a hacer o no hacer, con arreglo al criterio propio. En este sentido, más allá de creencias religiosas o de postulados ideológicos, la noción de los valores cívicos debe ser inherente a todo miembro de una sociedad. Se trata de principios imprescriptibles que aseguran una sana convivencia, razón por la cual deben ser cultivados en cualquier entorno.

La formación del civismo nos vuelve conscientes sobre nuestro importante rol como integrantes de un tejido social. Una vez que se adquiere esta sensibilidad, nos es posible desarrollar virtudes como el respeto, la empatía y la solidaridad. A su vez, la ética ciudadana combate males tan lesivos como lo son la discriminación, la indiferencia o la violencia.

Así, el egoísmo es antagónico al sentido cívico. El sentirse identificado como parte fundamental de una comunidad, nos torna actores positivos del medio que nos rodea, además de incentivar la participación social, la inclusión, así como la tolerancia. Crear ciudadanía es promover que todas las mujeres y los hombres se involucren de forma propositiva en la agenda social, para plantear soluciones a las asignaturas pendientes por resolver.

Solo a través de una cultura de auténtico civismo, seremos capaces de lograr establecer una conciencia colectiva. Este concepto se refiere a una sinergia de trabajo entre la totalidad de quienes conforman la sociedad, compartiendo una visión de progreso y desarrollo sostenido. En la unidad radica la fortaleza de un grupo. Para ser fructuosa, esta dinámica necesariamente debe sumar a los tres grandes ejes comunitarios: la ciudadanía, la iniciativa privada y el aparato gubernamental.

Aprender a ser buenos ciudadanos es una labor que se construye diariamente. Es menester asumir tal compromiso y ser un ente de acción regido por la ética. El proceso no es sencillo pero vale la pena comenzar a edificar bases que impriman esperanza al porvenir. La voluntad todo lo puede.