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Los adelantados 20/Oct/2017

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Por Manuel Triay Peniche

Tremendo escándalo ha causado en el “círculo rojo” un promocional de la Revista Peninsular que circula en autobuses y ondea en mantas de sitios estratégicos, y no es precisamente porque exhiba la fotografía de Mauricio Sahuí Rivero con la leyenda “quiero ser gobernador”, sino porque el aspirante está acompañado del gobernador Rolando Zapata Bello, quien aparece levantándole la mano.
Podemos señalar una lista de diez o más aspirantes que han dicho por todos los medios de comunicación a su alcance que quieren ser gobernador: radio, televisión, prensa escrita, redes sociales y hasta de boca en boca, y esos mismos llenan diariamente cualquier cantidad de espacios impresos con sus fotografías que, desde luego son pagados y en varios de los casos a precios más allá de la tarifa comercial.
Los mismos que acusan a Sahuí Rivero de posible violación a ley por actos anticipados de campaña se manifiestan y publicitan besando viejitas o prometiendo las perlas de la Virgen a quien quiera escucharlos o leerlos, y pagando sus espacios. Quizá podrían señalar en su defensa que no lo hacen “tan descarado”, pero eso nos recordaría al famoso alcalde de San Blas, Nayarit: “sí robo pero poquito”.
Este no es un problema de tantos o cuántos sino de observancia de la ley. Si Mauricio ha cometido un delito que sea juzgado y castigado, pero requerirá el Iepac de una cárcel bastante amplia para que quepan con él todos los anticipados que desde hace muchos, muchísimos meses, están haciendo campaña y están gastando dinero que, lo más probable, es que no provenga de sus bolsillos.
Instamos al Instituto Electoral y de Participación Ciudadana, responsable de los comicios en el Estado, a que cumpla con su obligación de supervisar el desenvolvimiento de todos quienes aspiran a algún cargo de elección y a que lo haga a fondo para devolvernos la confiabilidad de quienes ejercemos el derecho y la obligación de elegir a quienes nos gobiernan.
Y como dirían las Sagradas Escrituras: quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, ojalá no le caiga en la cabeza.