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Vivir en el error 29/Abr/2016

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Por Raúl Sales Heredia

Estoy sentado en un café platicando con un renombrado periodista y entre las vueltas que da una conversación cuando disfrutas el nivel de la misma llegamos al punto de la confiabilidad del ciudadano hacia las instituciones gubernamentales. Él, mucho más crítico y duro de lo que yo soy, me contesta con una escueta frase: “en ninguna”.

Con todo lo que implica me atrevería a darle la razón pero, no por la fiabilidad de las instituciones, sino por la mecánica en la que estamos inmersos, en la que nuestra opinión es virulenta y ácida cuando es sobre errores y apenas tibia cuando se trata de aciertos. En otras palabras, nos regodeamos en lo malo y menospreciamos lo bueno y esto nos lleva a una decadencia social (instituciones gubernamentales incluidas) en la que nuestro único grito desesperado es el “hay una pérdida de valores”, frase escuchada tres veces por día, una antes de cada comida (si no hay comida, no hay tiempo de pensar en lo que pasa en el país).

Hace unos días vimos en redes el lamentable caso de una señorita en estado de ebriedad que se llevó de corbata tres autos y de milagro no se llevó a un cristiano. En lugar de que esta señorita aprenda una valiosa lección y dé gracias por no cometer homicidio culposo, ahora es famosa por eso e incluso dará firma de autógrafos. Aplaudimos un delito, una estupidez y un intento de corrupción a nuestros policías. Así de grave está nuestra frase de “Hay una pérdida de valores”, así de hueca la tenemos y así de indiferente nos es... excepto cuando nos quejamos.

Es cierto, muchos de los políticos que nos han tocado de un tiempo para acá sólo hacen política de pose, superficial, de saliva, se toman fotos, emiten promesas y postergan con frases estudiadas lo urgente. Sí, nos tenemos que quejar de esta clase de políticos y no obstante, algunos aplauden, alaban y aluden, se mide con distinta vara dependiendo del partido, del lugar, del interés y la ley se olvida, el servicio al ciudadano es solo una línea discursiva para eventos emotivos hasta las lágrimas, pero que una vez que terminan, se secan y nada se ha movido. Los políticos que realizan esto también son reflejo de una sociedad, de una nación que cuando tiene éxito grita un “sí se pudo”, pues desde un inicio lo creímos imposible y nos justificamos diciendo que “no queríamos decepcionarnos”; estos políticos son reflejo del “todos son iguales”, de la generalización sin conocimiento y no obstante, si encontramos a uno honesto no se exalta, se le tacha de pend... pues “el que no transa no avanza”. Nos ofendemos cuando alguien fuera de nuestro país nos insulta y nosotros nos insultamos una y otra y otra vez.

No, la culpa no es totalmente nuestra, es de un sistema que premia el camino torcido y que si se descubre, la impunidad ejerce su derecho de todopoderoso rector. No, la culpa no es de ellos, pues ellos son una muestra de nuestra sociedad.

¿Y qué propones?, me dirán seguramente. Mi propuesta puede ser diferente a la tuya, pues tú y yo somos individuos únicos, pero sí puedo decirte que para que podamos proponer tenemos que ser totalmente abiertos, decirnos la verdad de manera cruda, reconocer nuestro problema y entonces... Proponer.

¿Le diste dinero a un policía para evitar una multa? ¿Le hablaste a un cuate en el gobierno para que te hiciera un favor y te saltaras la tortuosa burocracia? ¿Copiaste en el examen? ¿Te transaste el cambio mal dado en la tienda? ¿Te colaste en la fila del cine? ¿Tiraste basura en la calle? ¿Le mentiste a tu pareja? ¿Te haces pato para no pagar una deuda? ¿Hablaste mal de una persona sin conocer la razón? ¿Disfrutas la desgracia de alguien que te “cae mal”?

No somos perfectos, en nuestra naturaleza humana está el error, todos podemos errar, pero permanecer en el error ya no es nuestra naturaleza, es una decisión.

No, no somos perfectos, pero... somos perfectibles.